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Cultivo orgánico: reduciendo la brecha entre los agricultores y la sociedad

30 September 2021
By Alfred Grand, director gerente en VERMIGRAND Naturprodukte GmbH propietario de GRAND FARM for Research and Demonstration

Me gustaría decir que lo primero que aprendí fue sobre las lombrices. Y ahora, me gusta pensar que todo lo que he aprendido lo he compartido con otros agricultores y con la sociedad.

Hace unos 25 años, cuando empecé con el lombricompostaje en la explotación agrícola de mi familia en Austria, con la cosecha de grano tradicional, mi motivación era tener una oportunidad lucrativa. Sabía que el fertilizante orgánico podría darme muy buenos beneficios en nuestra región del país. Por aquel entonces, tenía pocos conocimientos científicos sobre el potencial de las lombrices en la protección del medioambiente; había estudiado en un centro de enología profesional, pero no había aprendido nada sobre el terreno ni el clima. Y ciertamente teníamos una curva de aprendizaje; tras buscar ayuda en la universidad, tardamos entre cinco y siete años en adquirir los conocimientos justos para empezar con éxito en el lombricompostaje. Y lo logramos, así que continúe estudiando las lombrices y cada vez me interesaba más cómo hacen las cosas.

Las lombrices son mucho más inteligentes que los humanos; tienen una relación simbiótica, aparentemente sin esfuerzos, con numerosos aspectos de su ecosistema, como la infiltración del agua y la salud de la tierra. Cuando supe esto, decidí cambiar a la producción orgánica (a pesar de que mi comunidad no confiaba en la agricultura orgánica).

En nuestras 90 hectáreas de tierra, con rotación de cultivo de alfalfa a trigo de invierno, y en la que también cultivamos cáñamo, soja y centeno, decidimos probar minimizar los efectos con el medioambiente, justo como hacen las lombrices. Nuestra visión ha sido demostrar que es posible si trabajamos para superar las dificultades conocidas para la creación de sistemas de producción diversificados. Ahora, intentamos demostrar que los sistemas alimentarios pueden dejar la tierra mejor de lo que estaba en primer lugar, al adaptar los sistemas positivos para la naturaleza y de regeneración para nuestra región y clima. En lugar de optimizar nuestra operación solo para obtener mejores resultados o rendimientos económicos, también nos centramos en otros aspectos, como adaptar o mitigar el cambio climático; cerrar la brecha de género en la agricultura; frenar la pérdida de biodiversidad; mejorar la salud del terreno y, por supuesto, garantizarnos los beneficios.

Mi explotación agrícola me ayudó a mantenerme a flote en lo económico mientras también emprendía con el proyecto de lombricompostaje, y pudimos empezar un negocio paralelo, VERMIGRAND. Cuando VERMIGRAND estaba relativamente bien establecido, pude volver a dedicar más tiempo a nuestra producción orgánica y me interesé en mejorar nuestro sistema de laboreo (ya reducido).

En realidad, este interés me vino en parte por las redes sociales. Era muy activo en Twitter, donde descubrí que era fácil contactar con expertos en salud del terreno. Su comunidad me abrió las puertas a nuevas tecnologías en sistemas orgánicos sin laboreo, y fue entonces que me involucré con el instituto Rodale de los EE. UU., que decidió apoyar mi trabajo aquí en Austria. Jeff Moyer del instituto Rodale me ayudó a planificar parcelas de demostración para experimentar con la práctica sin laboreo de rodillo desgarrador orgánico. Fue todo un éxito y, con estos contactos en las comunidades científicas de Europa y EE. UU., organizamos una conferencia sobre la práctica sin laboreo orgánica aquí en Austria. Todas estas colaboraciones con la comunidad científica me hicieron dar cuenta de que no necesito ser experto en nada, cuando hay tantos expertos en ciencias con los que puedo trabajar, y esta colaboración es más fructífera cuando la ciencia se coteja con las perspectivas y opiniones reales del trabajo en el campo.

En Europa, algunos agricultores parecen reacios a la producción orgánica por factores como el conocimiento limitado, la falta de confianza sobre la viabilidad económica y las dificultades de los gobiernos. Aquí, aún necesitamos incentivos y ayudas financieras, sobre todo cuando los agricultores deben soportar gran parte de la carga financiera que supone cambiar al cultivo orgánico.

Una herramienta de los gobiernos que ha pretendido compensar esta carga ha sido la Política Agraria Común (PAC). LA PAC se ejecuta en paralelo con el Marco financiero plurianual (MFF), que es el presupuesto europeo que se renueva cada siete años. Los agricultores siguen estrategias de negocio que duran décadas, o generaciones. Y en esos planes se incluyen con frecuencia los subsidios de los gobiernos. Estos tiempos no se corresponden; el reto es que la PAC y otros reglamentos agrarios cambian cada siete años, lo que dificulta la planificación a largo plazo y la adopción de cambios importantes, como la conversión a la producción orgánica, para lograr su implementación en intervalos muy breves dentro de estos ciclos de siete años.

También me llegan comentarios de mi red de contactos internacionales que sus mercados no facilitan la conversión al método orgánico ni otros programas de etiquetado. En Austria, alrededor del 26 % de la tierra se explota con producción orgánica, es decir, es muy fácil buscar un distribuidor para comprar nuestros granos orgánicos. Sin embargo, algunos de mis homólogos en los EE. UU. han encontrado problemas con los compradores orgánicos. Incluso si tienen un producto orgánico, no siempre es fácil encontrar un distribuidor cercano que compre sus productos; de hecho, algunos tienen que recorrer 300 kilómetros solo para garantizar que sus mejores productos orgánicos se entregan, lo que no anima al resto a apostar por el cambio.

En definitiva, creo que la mayoría de los retos relacionados con la transformación de la producción convencional a la orgánica se deben a la falta de conocimiento y confianza, además de la mala comunicación entre agricultores, científicos y la sociedad. Intenté tender un puente entre los agricultores y la ciencia en mi explotación, también para demostrar a mis vecinos que estas transiciones son posibles, pero aún tenía un problema de comunicación con la sociedad. Y de nuevo, para servir de ejemplo a otros agricultores y para conectar con la sociedad, nuestro proyecto más reciente es la creación de una huerta.

Ha resultado ser una aventura muy compleja porque soy agricultor de grano y además cultivo unas 50 cosechas más y las vendo directamente a mi comunidad local. Pero este proceso ha resultado satisfactorio a la par que complejo: el apoyo y el interés de nuestro pueblo nos ha servido como oportunidad única para compartir conocimientos importantes sobre los sistemas alimentarios y agrícolas con nuestra base de clientes (y otras partes interesadas), además de para demostrar a nuestra región la importancia de revitalizar las áreas rurales con la producción de alimentos. Espero que otros agricultores y emprendedores se inspiren e incorporen la huerta en sus operaciones, ya que ayuda a aumentar la seguridad de los alimentos locales y a crear sistemas resilientes.

Nuestra esperanza es que nuestra explotación con su lombricompostaje, producción orgánica y huerta pueda reunir a la ciencia, los agricultores y la sociedad, para que inspiremos a los demás a seguir nuestro modelo por todo el mundo.

Este blog se publicó en colaboración con la Wageningen University & Research, el programa de investigación CGIAR sobre el Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) y el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible.

El programa Transición Rural Justa se compromete con dar voz a la diversidad de productores a través de su serie de artículos de Opinión. Las perspectivas y opiniones expresadas en esta serie pertenecen a sus autores, y su publicación no supone el refrendo del programa Transición Rural Justa sobre las posturas expresadas.