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Un sistema alimentario sostenible depende de que las empresas trabajen mejor con los agricultores

16 September 2021
By Cássio Kossatz

Hace doce años, volví a Brasil tras un año experimentando con la agricultura avanzada de precisión en una explotación agrícola de Dakota del Norte, EE. UU. Me impresionaron sus sistemas de guiado por GPS para los tractores, los sensores y sistemas de control automático, que permitían una producción mucho más eficiente. Justo tras finalizar mis estudios de agronomía, me puse manos a la obra para aplicar lo que había aprendido en las tierras de mi familia, en las laderas de Ponta Grossa, Brasil.

Por aquel tiempo, la agricultura de precisión tenía precios prohibitivos en Brasil, y eran pocos los bancos dispuestos a dar créditos para esta tecnología poco conocida. Al final, fue el innovador de mi padre, un doctor apasionado por la agricultura, quien me dio la ayuda que necesitábamos para empezar nuestra transición hacia la agricultura sostenible de precisión.

La adopción de este nuevo sistema de agricultura no fue en absoluto fácil. La erosión es un gran problema en Ponta Grossa, daña la fertilidad del suelo para la producción de alimentos. Para combatir la erosión de las primeras capas del suelo, usamos prácticas sostenibles, como el cultivo de cobertura, con cultivos plantados entre las cosechas para proteger el suelo, con lo que se complementaban las prácticas sin laboreo que ya llevábamos usando hacia 30 años. Y gracias a la inversión de nuestra familia en las nuevas tecnologías, estas prácticas se pudieron implantar con las mejores soluciones de precisión.

Tras años de experimentación, nuestro compromiso con la sostenibilidad empezó a dar sus frutos económicos y ecológicos, y hoy disfrutamos de unos óptimos resultados financieros con el cultivo de terrenos saludables.

Durante la transición a la agricultura de precisión, en 2009 los métodos más sostenibles eran poco comunes. Ahora me complace ver cada vez más oportunidades para que estas técnicas sean accesibles para los agricultores de Brasil. Recientemente, han surgido numerosas iniciativas para financiar la adopción del mismo tipo de prácticas sostenibles que empezamos a usar en Ponta Grosa hace más de una década.

Un ejemplo es la Bayer Carbon Initiative que ofrece recompensas financieras a los agricultores por usar prácticas que protejan la tierra. Este ingreso extra es una opción importante para cualquier agricultor que se plantee una transición sostenible, porque a veces se tarda hasta cinco años en ver los beneficios económicos de implementar prácticas nuevas.

Los pagos por el cuidado del suelo son un aspecto muy positivo, porque siempre que se puedan cubrir las grandes sumas por adelantado, una inversión en prácticas innovadoras para el cuidado de la tierra reportará rentabilidad muchas veces durante la vida de un agricultor. Aunque a mi padre y a mí no nos quedó otra que usar nuestro propio dinero en 2009, gracias a las iniciativas de costes compartidos como la de Bayer ahora mi historia puede ser la historia de miles de agricultores brasileños.

Sin embargo, estas iniciativas siempre entrañan dificultades. A los agricultores les preocupa especialmente proporcionar a las empresas acceso a nuestros datos operativos. Los agricultores se esfuerzan para recopilar datos del campo, que son fundamentales para nuestros medios de vida. Los agricultores deben tener muy claro cómo las empresas usarán y almacenarán estos datos. Además, las cuestiones confidenciales requieren relaciones forjadas en la confianza y colaboración estrecha.

Otro modelo prometedor para los agricultores es formar alianzas diversificadas con negocios agrícolas. Por ejemplo, hace poco creamos un negocio de compostaje además de nuestras actividades agrarias. Las empresas de alimentos nos traen los residuos orgánicos y les ayudamos a crear compost, certificamos que sus residuos se han sometido a tratamiento sostenible y los aplicamos a nuestras tierras. Este es solo un ejemplo de cómo las conexiones con las empresas pueden ofrecer resultados de sostenibilidad para ambas partes, empresas y agricultores, con márgenes y tierras más saludables.

Pero no siempre es así de fácil. Muchas empresas esperan que creemos compost de forma gratuita; no aprecian la inversión que tenemos que hacer en tecnología para ello. Si bien nuestros campos no se benefician de ahorros de costes a largo plazo, el proyecto no es económicamente sostenible si las empresas no están dispuestas a pagar.

Es un problema de mentalidad: las empresas, a cargo de ejecutivos que rara vez visitan los campos, ven el compost como un producto de residuos, en lugar de una inversión valiosa para alcanzar sus propios objetivos de sostenibilidad.

A pesar de estos retos, me emocionan todas las nuevas alianzas que permiten a los agricultores tener su sustento con la adopción de las prácticas sostenibles. Lo más importante, como expliqué a principios de año en el foro de productores de la reunión de delegados del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo, organizado con la Wageningen University & Research, el programa de investigación CGIAR sobre el Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) y la iniciativa Transición Rural Justa, es que el sector privado debe respetar el duro trabajo y la autonomía de los agricultores para que estas alianzas funcionen. En particular, recomendaría asociarse con empresas que se centren en tres áreas.

Primero, los incentivos y pagos para los servicios de los ecosistemas deben respaldarse con una gobernanza de datos sólida y prácticas transparentes. Es fundamental que cada agricultor pueda decidir la información que va a compartir.

Segundo, los socios del sector privado deben cambiar su mentalidad al trabajar con productores. Los ejecutivos que toman decisiones que afectan a los agricultores suelen estar a kilómetros de distancia de los campos. Invitaría a cualquier responsable de tomar decisiones sobre la producción de alimentos a “llenarse de barros los zapatos” y experimentar de primera mano las decisiones que tienen que tomar los productores cada día.

Tercero, al participar en estas alianzas, las empresas deben ser conscientes de que cada bioma, municipio y comunidad requiere soluciones adaptadas.

No hay una solución universal que las empresas puedan seguir, es decir, no hay atajos ni alternativas, sino prestar atención a lo que tienen que contar los propios agricultores.

Por eso me emocionó tanto hablar en el foro de productores en abril de 2021. La sesión virtual conectó las oficinas de los ejecutivos con los campos, para una conversación directa, franca y productiva sobre cómo el sector privado y los productores pueden trabajar mejor juntos.

Todos soñamos con dejar un mundo mejor a nuestros hijos. Pero solo trabajando juntos con respecto y replanteándonos lo que valoramos y el precio que pagamos, podemos crear un sistema alimentario realmente sostenible.

Este blog se publicó en colaboración con la Wageningen University & Research, el programa de investigación CGIAR sobre el Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) y el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible.

El programa Transición Rural Justa se compromete con dar voz a la diversidad de productores a través de su serie de artículos de Opinión. Las perspectivas y opiniones expresadas en esta serie pertenecen a sus autores, y su publicación no supone el refrendo del programa Transición Rural Justa sobre las posturas expresadas.